Hay personas que van por la vida disfrutando de su libertad. No les importa el qué dirán, son desprejuiciadas y se muestran tal como son, sin disfraces ni máscaras. Ríen y lloran sin reparar en las miradas ajenas. Se mueven con gracia e incluso parecen bastante más jóvenes que los años que evidencia su documento de identidad. Se debe a que cuidan a su niño interior y lo tienen a flor de piel. Por esa razón no cargan mochilas de mandatos sociales o familiares y parecen mofarse un poco en los convencionalismos.
Ellos viven la vida a su modo, caiga quien caiga. Pero ¿de qué hablamos cuando hablamos del niño interior? Nos referimos a la imagen mental de aquel que fuiste en la niñez. Si bien físicamente ya no eres esa personita, tenerla siempre presente te permite vivir más intensamente la vida. Con ojos de niño, nada menos. Cuando un adulto cuida a su niño interno refuerza su autoestima, crece emocionalmente y madura (nunca es tarde para hacerlo). ¿Por qué? Te lo contamos.
- Tener como modelo a un niño te permite animarse a más (los peques no tienen miedo ni conciencia del ridículo) en todos los planos de tu vida.
- Cuidar al niño interno o interior permite vivir sin ataduras. Los niños ríen y lloran cuando lo necesitan. ¿Podrías hacer lo mismo? Quizá si conectaras con aquel que fuiste, recuperarías algo de espontaneidad. No significa volverse infantil o inmaduro; nada más lejos de ello. Supone tomarse la vida con actitud de aprendiz, estar dispuesto a equivocarse y a volver a empezar cuantas veces sean necesarias.
- Vivir con alma de niño permite vivir jugando. Jugar es una actividad que no debería interrumpirse jamás. El trabajo de los niños es el juego, una tarea cien por cien gratificante. El trabajo del adulto también debería asociarse a emociones positivas y permitirle a la persona desplegar todo su potencial y creatividad.
- Permite conectar mejor con otros niños. Si tienes siempre presente a tu niño interior, podrás desarrollar auténtica empatía con los pequeños que te rodean. Querrás actuar como te hubiera gustado que hayan actuado los adultos contigo.
- Cuidar al niño interior permite sanarlo. No todas las infancias fueron felices, pero tomar conciencia de ello hace posible volver el tiempo atrás y curar heridas del pasado. Todo adulto debe poder rehabilitar al niño que fue para continuar su vida de manera íntegra.
¿Cómo conectar, sanar y cuidar al niño interior?
Detrás de todo adulto, hay un niño. El niño que fue. El que perdió el padre a los 5 años, el que era abusado sexualmente o al que le pegaban en casa… El que debió salir a trabajar pronto para sostener a su familia, el que era maltratado en la escuela, la niña que era considerada gorda por sus compañeras de baile… Toda persona tiene heridas de niño. Por supuesto que también conserva las alegrías, la curiosidad, la novedad permanente y la tolerancia al cambio, tan propios de la infancia, pero lo que más pesa a estas alturas es lo adverso. Lo pesado y lo que ha dejado huella o marca. Lo que no anduvo bien.
Si haces un trabajo de introspección te darás cuenta pronto que muchas emociones que condicionan tu vida y que no te dejan avanzar, tienen sus raíces en la niñez. Volver a las escenas infantiles en las que se originaron ciertos traumas o condicionamientos futuros permite recomponer el presente. Es lo que hace Michael Fox en la película Volver al futuro: repara el pasado para modificar el presente. Si estás dispuesto a sanar las pupas y aliviar las penas del niño que fuiste alguna vez, disponte a hacer este «trabajo mental».
Visualización «el niño que fui»
Procura elegir un rincón tranquilo de la casa. Siéntate o túmbate en silencio. Añade un aroma o una música lenta, si lo deseas. Visualiza ahora a ese o esa que eras en la infancia. Mírate. ¿Cómo eras físicamente? ¿Cómo vestías? ¿Qué te gustaba hacer? ¿A qué jugabas? ¿Con quiénes te gustaba andar? Conecta con todo aquello y disponte a ponerte en sus zapatos. A ponerte en su lugar. Ello te permitirá conocer su emocionalidad y su vida íntima. De seguro recordarás cosas que creías olvidadas y revivirás lo bueno y lo malo para apropiártelo. Piénsate. Revive esas experiencias infantiles (aunque no sean del todo agradables). Hazlo tanto como te sea posible. Verás como esto te permite recomponer tu relación con ese niño que eras y que sigues siendo.
Ahora que conoces la importancia de cuidar al niño interior, cuidarlo y preservarlo incluso de ti mismo, deja que tu niño vuelva a jugar y disponte a disfrutar de todo ello. Verás lo bien que se siente.
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